Era su primera vez y la impaciencia pesaba en ella más que el miedo. El viento levantó su falda y le susurró al oido palabras tranquilizadoras. Un gran suspiro surgió de su garganta y se dejó mecer por él.
Recordó todos las conversaciones con las chicas del pueblo, siempre dichas en voz baja, con risitas nerviosas y ojos asustados, pero con deseo dibujados en ellos.
Sus mejores amigas ya lo habían hecho, ella era la única que aún no lo había experimentado. No había conseguido que ninguna le contara su experiencia. Sólo sonreían con suficiencia y le decían, “Ya verás cuando lo hagas”.
Dio un respingo cuando notó una mano que tomaba la suya. La mujer sonrió y le acercó al fuego.
“Salta sobre la hoguera y toma tu escoba. Tus compañeras te esperan"
AL BORDE DEL CAMINO
ResponderEliminarAl borde del camino
es más fácil quedarse
esperando
que se abran las horas
sin más.
Es más fácil
aparecer cansado
en los ojos de cada sombra.
Negarte el pan.
Recorrerte, como en sueño,
el mar inmenso
de tus angustias en la mano.
No alzar el iris
como un caballo de batalla.
No romper la imagen
de tu reflejo
en la orilla
de las verdades y juicios.
Olvidarte de quien te espera.
Acomodarte en el lujo
de una piedra plana
o sobre unas hierbas.
Que no existe
un motivo suficiente
con que añorar,
motivar el pudor en tu cara.
Es más fácil
abonar la idea,
la creencia,
como una planta,
una flor,
en su maceta,
en el balcón,
en la ventana.
Es más fácil
porque piensas
que no hay quien simule
aparentar otras formas,
otros colores
o suicidios.
No vas a ser tú quien
invente el fuego
frotando dos palitos.
No hay compromiso:
Hay hambre
al borde del camino.
M.A.N.H. (28/11/1985)