Antón bajó del bus de un salto, la parada estaba cerca del hotel
donde se alojaba y mirando de reojo a su alrededor se dirigió hacia allí. Con
las manos metidas en los bolsillos y los hombros alzados hacia el cuello como
un gesto de autoprotección, aceleró el paso entonando un silbidillo que
pretendía ser una canción de moda.
Sintió un escalofrío, sólo había
metido en la maleta ropa de verano, era el mes de Agosto ¡Por Dios¡ ¡Cómo iba a
pensar que en Sao Paulo iba a ser
invierno, claro que no era como el invierno de su pueblo, allá en Zamora, éste
era un invierno más bien “Light”,- “Como las coca colas”-Se dijo para sí
riéndose de su propia gracia.
Llegó a la puerta del hotel, y se paró aprensivo, el portero de librea
le miraba con gesto serio-“A ver si éste se va a pensar que soy un vagabundo”-
Se acercó receloso, y masculló un saludo.-Bona Noite, señor-Le dijo el portero
abriéndole la gran puerta de cristal.
Entró a la tenuemente iluminada recepción y se dirigió al bar, no
había nadie en él, ni siquiera en la barra. Se sentó en uno de los taburetes y
esperó que apareciera algún camarero- Cogió unos cuantos cacahuetes y empezó a
comerlos metódicamente. Rompía la cáscara, sacaba todos los manís, les quitaba
la piel, y después se los metía en la boca todos juntos. Mientras partía
cacahuetes pensó agradecido en su madre, si no hubiera sido por ella no podría
haber hecho este viaje.
Recordó la mañana en la que tuvo que ir al cementerio. Unos días
atrás Jerónimo uno de los concejales del Ayuntamiento se había acercado a él en
el Casino, y le había dicho que hacía diez años que su padre había muerto y que
tenía que decidir que hacer con el cuerpo, si enterrarle en una tumba perpetua
o incinerarle.
La verdad es que Antón no había pensado en eso nunca, ni cuando
murió su padre ni cuando lo hizo su madre, tres años después. Se fue a su casa
con el pensamiento metido dentro de la cabeza y a la mañana siguiente se acercó
al Ayuntamiento para comprar la sepultura, así sus padres podrían descansar
juntos.
Y
allí estaba esa mañana, mirando como los empleados del cementerio subían el ataúd
de su padre, lo abrían y le decían que se acercara para reconocer el cuerpo. SE
acercó, pero no pudo reconocerlo, sólo eran jirones de ropa y huesos.
Se
había retirado un poco dejando a los enterradores
hacer su trabajo, cuando uno de ellos se acercó y le dijo que habían encontrado
un paquete entre los huesos. Antón miró extrañado el paquete que le entregó y no lo abrió hasta llegar a su casa.
Allí
abrió el paquete con mucho cuidado, el papel se rompía solo con mirarlo, debajo
había una bolsa de plástico, la abrió y se quedó helado. Dentro de la bolsa
había billetes, muchos billetes, muchísimos billetes, y todos eran de color
morado. Los contó, eran 100 billetes.
Antón
fue a hablar con el único del pueblo que sabía que no diría nada a nadie. El
padre Joaquín le dijo que tenía que ir a la capital, al Banco de España para
que se los cambiaran.
Cuando
salió del Banco de España, con los euros relucientes de puro nuevos, le
quemaban en el bolsillo. Subió por la calle Alcalá dirección a la Puerta del Sol, el único
camino que conocía, lo había hecho al contrario desde el hostal donde se
hospedaba, y antes de llegar al punto 0 había entrado en una agencia de viajes
y comprado un paquete turístico que le llevaría a Brasil.
Prefería
no recordar el viaje en avión y no pensar que a la vuelta le esperaba el mismo
número de horas de viaje.
Apareció
un camarero que se acercó a él, y sonriendo le preguntó algo en portugués,
Antón imaginó que le estaba preguntando que quería tomar y le pidió un vino.
-Disculpe,
el señor es español-le preguntó el camarero.
-Si,
si, soy español-le dijo Antón agradecido de poder entender algo.
-Perdone
el atrevimiento, pero.... no le gustaría tomar algo más... brasileiro señor?-le
dijo el sonriente camarero.
-Eh,
pues no se; no se que es más brasileiro- contestó Antón.
-Un
cóctel, señor, por ejemplo ,hay uno especial para caballeros como usted.
-¿Qué
quiere decir como yo? Le dijo Antón un poco mosqueado.
-Un
caballero solitario- contestó el camarero guiñándole el ojo- Para los
caballeros solitarios, el mejor cóctel es el Tropical Summer.
-¿Y
eso que es, que es lo que lleva?
-Pues
lleva Malibú, crema de leche, hielo y el ingrediente mágico, señor, zumo de
maracuyá.
Al
ver la cara de sorpresa de Antón, el camarero le explicó- El maracuyá, señor es
la fruta de la pasión. Gracias a él, usted verá el mundo de una forma
diferente. Enseguida se lo traigo.
Y
antes de que Antón pudiera negarse salió disparado hacia el interior. Cuando ya
estaba cansado de esperar y también un poco asustado, en la barra apareció una
mujer con un cóctel en la mano. Se acercó meneando las caderas de una forma
sorprendente y depositó la copa delante de Antón.
-Buona
noite Senhor; Seu copa- La voz de la mujer acarició los sentidos de Antón que
con la boca abierta, no podía quitar sus ojos de ella.
Antón
se tomó el cóctel y luego otro más, y mientras la mujer le acariciaba con sus
palabras, Antón no necesitaba traductor, y además le daba igual lo que le
estuviera diciendo, seguro que tenía razón.
Después
de perder la cuenta de los cócteles bebidos, Antón abrió los ojos y se vio
abrazado a la mujer, bailando en la pista del bar del hotel, no sabía lo que
bailaba solo que era con ella.
Quince
días más tarde, el padre Joaquín recibió una postal con un matasellos de
Brasil, en la postal solo decía- Padre Joaquín, le envío mi dirección en Sao
Paulo, hágame usted el favor de decir en el Ayuntamiento que a mi madre quiero
que la entierren junto a mi padre.
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